La Banda Imaginaria está a punto de celebrar su primer disco. Luego de escuchar algunos de sus temas, reafirmo mi gusto por sus composiciones dulces y con sabor a champaña. Ellos tocan jazz periférico, estilo choroelegante. Sus creaciones rememoran un rotundo festejo madrugado. Tiene fantasmas ebrios. Tiene escalera de cerro y fiesta saliendo por las ventanas. La B.I hace bien para el desayuno porque trae lo mejor de la noche anterior. El disco que nos presentarán sonará como la noche de Valparaíso. Recomiendo esta banda a todas aquellas personas que andan repartidas por el mundo y que un día vivieron en esa ciudad fundada en la inexistencia misma, en ese puerto lleno de pilares desnudos y casas en el aire. Sobre todo sugiero sus ríos melódicos a las bellas muchachas de corazón desencajado, a todos los que buscamos en la música el pulso que inevitablemente nos falta.
El disco irradia intención y la pequeña orquesta flota por los aires. Su método creativo es un ejercicio lunar. El año pasado presencié algunos de sus ensayos de jazz porteño choroilustrado y pensé en la música como un gran ejercicio que investiga sobre las posibilidades de superar las leyes de la gravedad y las leyes de la muerte. Y esa es una de las características fundamentales del disco; canciones vivas que no caen.
Ayer escuché la canción Perro Vago y me imaginé un circuito nervioso con agua caliente a la temperatura ideal para beber mate. Canción que despierta el espíritu y no quema la lengua.
Lamentablemente no podré asistir a esa fiesta. Sea el vino para los imaginarios, por sus instrumentos pasionales, para esos hermosos trabajadores del circuito invisible. Debajo del sur y adentro de la lluvia de Puerto Montt todo eso se escucha.
Puerto Montt, 1 mayo, 2013.
Un temita:
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